Un rincón de Portugal


Peniche es un rincón de Portugal, el lado más occidental de la península, a tan sólo 80 km al norte de Lisboa, en la región de Leiria. Un lugar para perderse, para encontrar un mundo diferente, calido e internacional, que invita a disfrutar simplemente de la vida.

El destino volvió a llevarme a un gran lugar cargado de historias de piratas, luchas y guerras, de leyendas y tradiciones, de olor a pescado y a mar, bañado por el sol o cubierto de nubes, pero siempre a contracorriente de ese pequeño gran país desconocido que es nuestro vecino: Portugal.

La vida, me llevo atravesar la península de este a oeste, de las playas calidas de Murcia al frío agua atlántica de Peniche.

Nada más entrar en Portugal, la nostalgia te invade, del calor al fresco de la sierra, de carreteras pequeñas o grandes autopistas de pago que atraviesan la Sierra de la Estela, te produce escalofríos, es una extraña sensación, que te llena de energía, que parece que nunca acaba.

Carreteras eternas, conductores nerviosos que adelantan temerariamente, seguros, confiados, protegidos por esa extraña energía de paz, recuerdos y alegría que lo invade todo. Carteles en otro idioma, tan cercano y a la vez tan distinto. Los colores parecen diferentes, incluso la luz es distinta, el aire nervioso que preside ese calido olor a mar, que te abre los ojos a un océano abierto de posibilidades.

Peniche es un rincón curioso, sin duda, no es de los lugares más bellos que encontraras en Portugal arquitectónicamente hablando, su encanto reside en sus playas, su costa, su historia, su gente, sus pastas de almendra, el olor a pescado a la brasa, a caravanas blancas y tablas de surf en un sinfín de idiomas que se mezclan en sonrisas.

Peniche, un conjunto de islas que acabaron convirtiéndose en una prospera península, una fortaleza que defendió de piratas aguas lusas y los tesoros que llegaban del nuevo mundo, una cárcel llena de historias e injusticias que hablan de dictaduras pasadas, una gente orgullosa de sus industrias pesqueras y tradiciones artesanales.

Este pequeño rincón que parece un pobre pueblo grande, que creció sin sentido, al que aún le quedan muchas cosas que mejorar llego a ser en su pasado un punto clave para el comercio internacional, uno de los primeros exportadores de encajes de bolillos del mundo, una puerta abierta a los ingleses…

Hoy es un lugar tranquilo y alegre que se transforma en la temporada estival para acoger ríos de caravanas, familias de turistas y surferos que internacionalizan sus mares y sus bares, para cerrar la temporada con un campeonato internacional de surf, donde se dan cita los mejores deportistas, las chicas más guapas y bronceadas con sus coloridos y mínimos bikinis, curiosos, aficionados y apasionados en sí por el mar y el buen ambiente.


Dentro de la muralla, en el casco antiguo, no puedes dejar de visitar su fortaleza, pasear por sus calles, entrar a sus iglesias decoradas de los tipicos azulejos de color blanco y azul, de mujeres vestidas de negro que dan un aire antiguo al lugar, de tiendas marineras y recuerdos. Comer un helado, tomar un bica (café expreso sólo) o probar una de sus deliciosas “S” es algo que no podrás dejar de hacer en la plaza mayor, donde podrás dejar pasar el tiempo, mientras observas a los niños jugar en el parque junto a la muralla y si tienes suerte quizás conozcas a algunas de las mujeres que ofrecen  “quartos” a los jóvenes mochileros y turistas que buscan habitaciones.

Un paseo por su pequeño puerto, que huele al fabuloso pescado fresco que puedes degustar en cualquier restaurante de la zona a un precio, realmente, económico.
Un paseo en barco, para tener una visión diferente de sus playas y acantilados, para llegar a esa maravilla de isla, perdida en el pasado que es “Berlangas”: Reserva de la biosfera, de aguas cristalinas, paraíso de buceadores, con sus murallas, puentes, calas escondidas y la sensación de estar perdido en medio del océano, es sin duda un lugar digno de visitar solo por la sensación que quedara para siempre en tu vida. Más aún si afortunado consigues dormir en su camping bajo las estrellas, aunque también existe la opción de alojarte en su lujoso hotel.

Una visita en moto, bici o un largo paseo al faro, para dejar a un lado un antiguo convento de color blanco y azulejos azules, reconvertido en la Universidad del Mar.

El faro, es sin duda, uno de los lugares más bellos, no por el edificio en sí, sino por la maravilla que se abre ante tus ojos, acantilados, rocas erosionadas que dibujan formas imprecisas y peligrosas,  un océano entero ante tus ojos. A  lo lejos, a un lado, la costa que va a Lisboa, la playa de la Consolación y su famosa playa de Supertubos, en frente la isla de Berlangas y al otro lado la hippy “Baleial”, llena de surferos, música nocturna en la playa y casas blancas.

Puedes caminar por sus inmensas playas y recorrer las numerosas aldeas que forman este gran municipio. Adentrarte en sus dunas, correr por el agua fría de sus bahías, elegir entre fuertes olas que surfear o atreverte a bañarte en aguas tranquilas.

Sentarte a tomar una Sangria Branca en cualquiera de los bares que dan a la playa camino de Baleial, es sin duda otro de sus placeres, aunque siempre puedes cambiar el bikini y la toalla por un vestido y unas sandalias de noche, sin moverte del mismo bar.
Una delicia tomar una cerveza, mientras la música suena, la arena acaricia tus pies y las estrellas te iluminan.

Peniche es un lugar que no te dejará indiferente, si sabes dejarte llevar por su viento, disfrutar del carnaval de sus calles, conocer a su gente amable y divertida, reír con el sonido pícaro de los piropos portugueses y participar de sus costumbres. Sin duda es un lugar para olvidar el mundo, que siempre dejara un feliz recuerdo cuando despiertes. Porque Peniche es un lugar para soñar, al que siempre querrás volver.

¿Cuándo vamos??